La iniciativa Conservación de Especies
Amenazadas inició, en 2019, la producción de plantas de Queule, las que serán utilizadas,
a contar de junio de este año, en ensayos pilotos de establecimiento, así como
la entrega de ejemplares con fines de educación ambiental y conciencia pública
sobre la conservación de la especie.
Las plantas nacidas, a partir de la
recolección de frutos provenientes de distintos puntos de las Regiones de
Maule, Ñuble y Biobío, hoy arroja una cifra de 107 individuos, pero, se espera
que con el transcurso de los meses este número aumente, pues fueron más de 10
mil los carozos sembrados en 2019 y este otoño de 2020, se espera incrementar
con semillas obtenidas desde otros puntos, como la Cordillera de Nahuelbuta.
El Queule (Gomortega keule), en términos
taxonómicos, es una especie única dentro de su familia, endémica y propia de la
zona central de Chile, en áreas muy discontinuas de la Cordillera de la Costa,
entre el sur del río Maule y el sur de la cordillera de Nahuelbuta. Puede
alcanzar los 15 a 30 metros de altura, con un diámetro medio entre 15 a 100
centímetros.
Es reconocido por su fruto alargado, de
color amarillo que pueden llegar a los 7 cm de largo y 5 cm de diámetro siendo,
uno de los más grandes en la flora nativa chilena.
Especie de gran relevancia ecológica, posee
una escasa reproducción sexual y su producción en viveros, requiere de larga
dedicación. En la actualidad, se conocen alrededor de 22 poblaciones que
corresponden a pequeños bosquetes nativos rodeados de plantaciones de pinos y
eucaliptos.
El Queule, al igual que el Canelo, es
pariente de las primeras plantas con flores que aparecieron en el planeta se
estima que su data es de unos 100 millones de años en territorio chileno.
Los primeros registros del uso de su fruto
en jarabes y bebidas, son de 1558 y fue declarado Monumento Nacional en 1995,
prohibiéndose su tala. En 2005, además, se creó la Reserva Nacional Los
Queules, en la Región del Maule y durante todo este tiempo, CONAF y otras
instituciones han trabajado en su conservación.
Esta iniciativa promueve un manejo
sustentable de los territorios y para ello, los profesionales trabajan
propiciando la generación de un vínculo cercano entre el desarrollo local de
las comunidades y la transferencia de conocimiento técnico para hacer
compatibles las actividades silvoagropecuarias y turísticas con la conservación
de estas especies y su hábitat.
Para el Seremi del Medio Ambiente de
Ñuble, Patricio Caamaño, este trabajo es muy relevante pues CONAF, se ha hecho
cargo de una importante cifra de semillas del fruto del Queule para su
germinación.
“Para nosotros es fundamental dilucidar,
si es por genética u otro motivo, la posibilidad que existe de una mayor
sobrevivencia y de efectividad de la especie, en esta inserción a los
ecosistemas que se está trabajando, junto a esta iniciativa de conservación.
Son datos relevantes, en especial porque se enfocan en la flora, que es más
desconocida, pero muy representativa para nosotros”.
Para la coordinadora Biobío de la
Iniciativa Conservación de Especies Amenazadas MMA, FAO, GEF, Fabiola Lara, la
importancia de esta colaboración con Conaf es dejar sentadas las bases para un
trabajo sostenido en el tiempo con la germinación de nuevas plantas de Queule,
pues la conservación necesita de estudios, ensayos y el compromiso civil para
su resguardo.
“En el centro de semillas, se están
reproduciendo las plantas que necesitamos para establecerlas en ciertos
territorios emplazados en Biobío y Ñuble, para ver su comportamiento. No
tenemos información por eso, estamos realizando estos ensayos que nos
entregarán datos en relación, las técnicas adecuadas de producción de plantas y
un protocolo, para el establecimiento exitoso”.
Por otra parte, Antonio Varas, director
del Centro de Semillas, Genética y Entomología de Conaf-Chillán, comentó que la
experiencia de trabajar con esta especie que tiene problemas de conservación ha
sido desafiante.
“Si
bien ya habíamos tenido experiencia de trabajar con el Queule, en este proyecto
estamos siguiendo una línea de micropropagación, probando cosas nuevas, con
buenos resultados y ya contamos, con plantas disponibles para los ensayos”.
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Maritza Quiroz, María Cristina Ortega, Antonio Varas, Pablo Azua |
“Esto
implica, recolectar semillas de todos los lugares posibles de su distribución
para terminar después, con un rodal de conservación donde se establezca, un
pequeño bosquete con todas las procedencias, toda su diversidad que podamos
conservar, para que incluso se puedan dar mezclas o cruzamientos, que en la
naturaleza no se darían, por la distancia de tal forma, que ese aumento de la
diversidad genética pueda contribuir a la conservación del Queule, siempre y
cuando, dichas cruzas se prueben antes en terreno, ya que generalmente, las especies
con problemas de conservación presentan una diversidad genética reducida que
merma de forma importante, su capacidad evolutiva”, comentó Antonio Varas.
En el Centro de Semillas, Genética y
Entomología de Conaf trabaja María Cristina Ortega, como encargada de vivero
del Proyecto Queule. Desde junio de 2019 cada día es la responsable del
cuidado, mantención, limpieza, fertilización, registro de temperatura y
crecimiento, de las plantas de Queule y señaló que el primero en nacer se
registró el 9 de septiembre.
“Fue un día extraordinario para mí, porque
a pocos meses de la colecta de semillas teníamos una especie que demora tanto
en germinar, Cuatro días después nació el segundo Queule.
María Cristina las protege del exceso de
humedad para evitar la propagación de hongos, o que algún pájaro o insecto se
coma sus brotes. De todo este período, lo que más le ha llamado la atención es
que ha nacido un Queule rosado y otro morado, a los que fertilizó con éxito.
Finalmente, el profesional de la
iniciativa MMA/FAO/GEF, extensionista del Queule, Pablo Azúa, destacó el
ejercicio realizado.
“Lo
iniciado en 2019, con la recolección de frutos, nos permitirá este año iniciar
los ensayos de establecimiento de Queule, los cuales serán diseñados y
trabajados en conjunto con el Centro de Semillas, afianzando este importante
trabajo colaborativo”.
Entre sus PRINCIPALES AMENAZAS están los
incendios forestales, escasa regeneración sexual, daño a la semilla por
recolección inadecuada, corte, entre otros.
Como buenas prácticas, se deben evitar
incendios forestales, no cortar, evitar el uso de pesticidas en predios donde
se encuentre la especie, no comercializar productos con su madera, recolección
consciente de frutos, guardar la semilla en un recipiente rotulado con fecha y
lugar de origen, en caso de utilizar su fruto como mermelada, retirar la pulpa,
guardar su semilla y proteger el bosque nativo o área donde se encuentre.
Lo que piden los profesionales involucrados
en este proyecto, es que si una persona reconoce a un ejemplar, se debe informar
para su estudio y conservación a la Seremi del Medio Ambiente o CONAF.
La iniciativa de Conservación de Especies
Amenazadas, ejecutada por el Ministerio del Medio Ambiente (MMA), implementada
por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO) y financiada por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), tiene
como objetivo incorporar conservación y valoración de la biodiversidad en
sistemas productivos, con el fin de proteger Picaflor de Arica, en Arica y
Parinacota, así como el Huemul, Queule y Zorro de Darwin, en las regiones de
Maule, Ñuble, Biobío, y Araucanía, especies amenazadas.
Este proyecto es ejecutado por el
Ministerio del Medio Ambiente (MMA), implementada por la Organización de
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y financiada por el
Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), en alianza con el Centro de
Semillas, Genética y Entomología de Conaf -Chillán de la Corporación Nacional
Forestal.