Que las frutillas de la provincia de Cardenal Caro, en la Región de O’Higgins, sean sustentables no es un título gratuito.
Detrás de ellas hay pequeños productores de comunas
como Litueche, Paredones y la Estrella, que siguen un sistema productivo
con responsabilidad social y medioambiental, donde se optimiza el uso del agua
de riego y el uso de fertilizantes; que aplica productos químicos autorizados
para la frutilla, sólo si es necesario y en la dosis exacta; que recicla y
enfarda el plástico que se usa en el cultivo y que, además, producen
subproductos como mermeladas, tartas, frutillas deshidratadas, espumante, entre
otros; y que hace participar a toda la familia de los productores en su
producción.
Esas son las directrices que siguen los pequeños
productores del proyecto “Ruta de la frutilla sustentable”, ejecutado por
la Universidad de Chile y financiado a través del Fondo de Innovación para la
Competitividad del Gobierno Regional de O´Higgins y su Consejo Regional,
enmarcado en la Estrategia Regional de Innovación.
La última etapa de tres proyectos que se vienen
desarrollando hace siete años, apunta a potenciar, a través de una ruta
turística con veinticuatro estaciones, los conceptos de sustentabilidad,
responsabilidad medio ambiental y social, inocuidad alimentaria y desarrollo de
la pequeña agricultura campesina.
“Estamos
avanzando en la sustentabilidad en base a inocuidad alimentaria y producción
amigable con el medio ambiente abriendo nuevos canales turísticos”, explica
Verónica Díaz, académica de la Universidad de Chile y directora ejecutiva del
proyecto.
La idea de la ruta es que los visitantes puedan
recorrer los distintos predios de los productores y no sólo ver la cosecha,
sino también participar en ella.
“Nosotros
tenemos nuestro huerto a orilla de la carretera, por lo que a los turistas les
quedan muy a la mano para ver cómo trabajamos y para que cosechen sus propias
frutillas y se las lleven.
Se pueden empapar del campo, agacharse un rato y salir
de la rutina, además de que pueden ver nuestros corderos, el bosque nativo de
boldos, quillayes y litres que tenemos”, cuenta Isidoro Yáñez, pequeño
productor de La Aguada, sector Trigo viejo, en la comuna de la Estrella.
La ventana de cosecha es amplia, y con la
incorporación de la tecnología de microtúneles, hoy en día, la experiencia
turística de ser frutillero por un día es posible durante todo el año.
Para orientar a los visitantes, en la carretera y los
caminos que conforman la ruta se están instalando señaléticas que contienen
códigos QR, mediante los cuales, los turistas pueden acceder a información sobre
el proyecto y ubicación geográfica de los productores.
“Después de ver las frutillas pueden comprar
mermeladas y tartaletas sólo por el valor de los productos, porque no cobramos
por la experiencia de la cosecha ni la visita al predio”, asegura Yáñez.
Producción sustentable
El primer paso en la sustentabilidad de los
agricultores de la zona lo dieron cuando, asesorados por la Universidad de
Chile, aprendieron a usar el agua en base al uso de tecnología de punta.
“Instalamos en los predios equipos que nos permitieron
saber exactamente cuánto riegan, cuánta agua cae, cuánto absorbe la planta y
cuánta se pierde, mediante telemetría. Eso les permitió reducir a la mitad el
agua con que regaban y así proteger un recurso clave en una zona donde no
abunda”, explica Díaz.
“Uno podía inventar que había regado tanto, pero ellos
sabían exactamente cuánta agua habíamos usado”, confiesa Yáñez.
En el uso de productos antiplagas, la asesoría
consistió en enseñarles a los agricultores a hacer un monitoreo de las plagas.
“Antes ellos usaban los productos preventivamente y no
siempre aquellos que estaban registrados. Nosotros les enseñamos a llevar
planillas y ver cuántas arañitas había por hoja y si eran más de tres, tenían
que hacer aplicaciones con productos registrados y en tal dosis, con tal
cantidad de agua, a tal hora, con la protección indicada y haciendo el triple
lavado de los envases para no contaminar”, agrega Díaz.
Otra práctica inculcada resolvió un problema ambiental
presente en la mayoría de los cultivos de frutillas: recoger y reutilizar el
plástico que se utiliza en las hileras de las plantaciones. “Siempre quedaba
tirado y mezclado con la tierra.
Con el proyecto comenzamos a recogerlo y llevarlo a
una enfardadora para luego armar fardos, venderlos y obtener un pequeño
ingreso”, explica Yáñez.
El último eslabón de la cadena de sustentabilidad tiene que ver con el impacto social que ha implicado para los pequeños productores (de 1 hectárea en promedio) todas las innovaciones productivas. Gabriel Pontigo, agricultor de Panilongo, en la comuna de Paredones, resume ese impacto, “Yo, con las frutillas, pude educar a mis hijos”.
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