
Pero, además, fue poeta, periodista, empresario y político y
depositario de un legado culinario que se ha transmitido, de generación en
generación en su familia.
Eusebio Lillo, fue un personaje que dejo huella en la
historia chilena ya que fue mecenas de los grandes creadores de la época y
participó activamente, en la política chilena.
De hecho, participó en la Sociedad de la Igualdad en
1850 y por estar presente en el motín del coronel Urriola (20 de abril de 1851)
fue condenado a muerte; sin embargo, por ser el autor del himno nacional, su
sentencia fue conmutada por el destierro a la ciudad de Valdivia, desde donde huyó
hacia la ciudad de Lima.
Años más tarde, en 1890, Eusebio Lillo al viajar a
Europa junto con su familia, se hizo acompañar por una talentosa empleada
llamada Juanita Basaure que como tenía innatas aptitudes para la cocina, la
pusieron a estudiar repostería en una academia culinaria francesa.

Este rico, suave y fino postre resultó ser una especial
crema preparada con refinadas técnicas aprendidas de la repostería francesa, que
inspiraron y dieron vida a un exclusivo y tradicional postre que es parte del
acervo culinario de la capital chilena.
Esta crema con sabor a amaretto, es un producto
natural hecho con finas almendras seleccionadas cortadas a mano en juliana,
huevos, azúcar, agua, coñac y especias.

130 años después, la receta todavía se conserva en la
familia Lillo, como un tesoro guardado bajo llave que la han ido traspasando,
pero a sólo una persona por generación y sin que ésta, haya sobrepasado la
frontera capitalina.
Hoy, la fórmula sólo la posee Juan Carlos Lillo,
bisnieto de don Eusebio. La protege con tanto recelo que, incluso, la inscribió
en el Registro de Propiedad Intelectual y por lo tanto solo él puede elaborarlo.
Juan Carlos explica porque el postre es totalmente
santiaguino.
“Este postre, se comenzó a realizar la quinta de mi
bisabuelo, en Chacabuco con Santo Domingo. Más tarde, en la casa que mi mamá
tenía en Las Achiras, en el barrio Las Flores y ahora, en mi departamento de
Providencia. Por eso es un postre santiaguino puro”, asegura Lillo.
Este postre se puede comer de varias maneras.
En primer lugar, como postre. Para ello, se revuelve
bien el contenido del frasco antes de servir.
Luego, se aplican tres cucharadas
soperas de “Dulce patria” (80 grs, aprox.) en una copa, preferentemente de
champaña y se puede decorar con crema chantilly, claras batidas a nieve y/o
yogurt natural.
Otras preparaciones pueden ser Torta de merengue, rellena
con dulce patria y crema chantilly; Panqueques rellenos, con dulce patria y
espolvoreados con azúcar flor; helado o sorbete de limón bañado con Dulce
patria que pueden ser acompañados con una taza de café o una copa de vino
blanco.
Ahora, se puede presentar en un coktail o servir de aperitivo
si se baña un queso crema con Dulce Patria y se acompaña de galletas saladas
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