La gastronomía se nos muestra por lo
general como una opción para satisfacer placer, con sobrecarga de marketing en
algunos conceptos, con exceso de trabajo estético y con premios relacionados a
la técnica aplicada y a los procesos. Con reconocimiento a las recetas que
reflejan en muchos casos la tendencia y en otros – muy minoritarios en
proporción – la identidad de los territorios, los saberes culinarios y su
riqueza agroalimentaria.
Pero, ¿qué es la gastronomía? Desde el origen
etimológico del concepto, ésta se divide en dos palabras: gastro (estómago) y nomía
(conocimiento).
Esta disciplina se debe al estudio de los
alimentos y de lo que consumen los seres humanos relacionado a su entorno. También
estudia los procesos referidos a la transformación de materias primas en
preparaciones y todo lo que la ejecución lleva consigo en cuanto a espacios,
maquinarias y herramientas hasta llegar a los modelos de negocios vinculados al
quehacer culinario.
¿Cómo entendemos la gastronomía chilena?
Entendemos que la gastronomía es más que
un plato cuando evidenciamos la importancia de nuestra labor a la hora de
estudiar los alimentos en un territorio particular. Pero también es más que eso:
la gastronomía es una experiencia sociocultural, pues detrás de estos alimentos
hay comunidades y personas que producen, recolectan, extraen, cultivan y crían;
mismas personas que protegen los paisajes y los territorios y que dan a éstos
sus características.
Entendemos por gastronomía la interacción
con los distintos actores mencionados en su actividad comercial, un motor de
desarrollo que puede impactar de buena forma a la sociedad si es bien utilizada
y en esta dinámica puede mejorarla, desde la promoción de los territorios hasta
la forma en la que los dispone en sus conceptos, experiencias y platos.
Podemos señalar también que los aspectos
territoriales y de entorno han sufrido cambios constantes a lo largo de la
historia y es por este motivo que nos identificamos en cada una de nuestras
regiones con ciertos productos, con recetas, con usos y con procedimientos que
han marcado social e históricamente la forma en que nos hemos alimentado y la
importancia de algunas materias primas por sobre otras en virtud de condiciones
climáticas, agrícolas, endémicas y económicas.
Estos antecedentes históricos que ponen en
valor productos – y con ello prácticas, saberes y personas – han convertido a
todos estos elementos en su conjunto en patrimonio gastronómico y alimentario
de los distintos territorios.
El aporte de las escuelas
Desde la academia hemos trabajado de
manera potente para educar a nuestros alumnos en el entendimiento del contexto sociocultural
del territorio al cual pertenecen, pues de esta forma pueden entender que
detrás de un proceso gastronómico hay una historia, un territorio y personas. En
esta dinámica, la gastronomía debe ser entendida como un proceso responsable
inmerso en el desarrollo comunitario, en donde las personas pertenecientes a
las comunidades productoras son el eslabón más importante de la cadena gastronómica.
Sin ellos, no existe la gastronomía y es por ello que debemos promoverlos y llevarlos
a nuestros platos.
De esta manera, reconocemos nuestro
patrimonio agroalimentario, territorial y humano y – en virtud de la historia y
la evolución – complementamos la reivindicación de nuestros usos, saberes y
prácticas de manera de desarrollar identidad nacional y representarla con
orgullo y fuerza en todas las instancias técnicas y de mercado, nacionales e
internacionales. Somos un país sabroso y millonario en lo que respecta a
biodiversidad y calidad alimentaria.
Creemos de manera firme que, si planteamos
nuestra carrera con estos fundamentos de promoción, de valorización y de
reconocimiento a los valores humanos, territoriales y patrimoniales, en el futuro
los estudiantes de gastronomía no sólo serán ejecutantes de una técnica, no sólo
conseguirán elaborar platos con simple sentido comercial.
Los estudiantes serán también pensadores
de cómo con la ejecución de las técnicas y la composición de elaboraciones,
pueden proyectar y promover máximas sustentables que aporten de buena manera a
la comunidad donde están insertos. Que puedan promover la producción local que
ponga en valor productos y productores, de manera de fortalecer los circuitos
cortos y con esto la economía regional.
También promover patrimonio y ser conscientes
del valor histórico que genera y desarrolla la identidad que tanto ha costado
llevar a los platos y a la mesa y con esto podamos entregar una experiencia
gastronómica, con arraigo social y cultural, evidenciada en nuestros platos.
Que podamos mostrarnos orgullosos de los que nos rodea, de lo que somos y de
los que nos identifica, más allá de una tendencia foránea, más allá de un plato
que no representa nada, que no sabe a nada y que no cuenta nada.
Jaime Jiménez de
Mendoza, es director de Carreras del Área Turismo y Gastronomía del CFT Santo
Tomás Rancagua. Titulado como Técnico en Gastronomía
Internacional y Tradicional Chilena, realizó sus estudios de cocina en el
IP-CFT Santo Tomás, especializándose en Alta Cocina Internacional posteriormente
en Inacap.
En San Vicente de Tagua Tagua crea y
rescata recetas de la zona que lo vio nacer en el restaurante “Chivo con
Bigote”. Fue chef ejecutivo en los proyectos “Nodo gastronómico Región de
O’Higgins”, “Mercado del campo” y en el plan estratégico nacional HORTICRECE.
Actualmente es vicepresidente de ASEGMI (Asociación Gremial de Restaurantes de O’Higgins) y director de carreras del Área Turismo y Gastronomía en Santo Tomás sede Rancagua.
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