La prolongada escasez hídrica que afecta a
gran parte del país y que en Curicó, llega al 76% de déficit comparado a un año
normal, más las fuertes heladas sucedidas entre septiembre y noviembre del año
pasado a lo que se añaden las altas temperaturas en meses que no se esperaban,
afectaron en gran medida los niveles de rendimiento de ciertos viñedos y, en
consecuencia, el adelanto de la fecha estimada para la presente vendimia.
Eduardo Jordán, Director Técnico y Enólogo
de Miguel Torres Chile, explica que este cambio de fechas “está relacionado con
las condiciones climáticas que incluyen sequía, aumento de temperaturas en meses
como noviembre, considerado el más cálido de los últimos 110 años en la zona
central y enero, que fue más caluroso de lo normal.
Además, se presentaron heladas en
septiembre, luego en octubre que fue especialmente fuerte y en algunos sectores
del Maule, hubo heladas en noviembre las cuales afectaron en forma
significativa los rendimientos.
Por lo tanto, hay zonas que tienen
prácticamente un 50% menos de uva y muchas variedades en esos lugares se adelantaron
en su maduración.
Claramente, las fechas de cosecha no sólo
se iniciaron antes por las temperaturas, sino que también por la menor cantidad
de uva, lo que hizo que las plantas hicieran madurar la fruta más rápido”.
Ante el actual escenario, el profesional
indica que la acidez en la uva no ha bajado de manera significativa, lo cual es
positivo para un año caluroso.
“Estamos preocupados de no tener acumulación
de azúcar demasiado altas lo que llevaría a a grados de alcohol incendiados o
demasiado altos de modo que los vinos no se sientan tan pesados.
Sin embargo, estamos conformes con los
resultados a la fecha, porque dadas las condiciones climáticas habríamos esperado,
por ejemplo, que las acideces fueran mucho más bajas estamos más bien por el equilibrio
que se produce entre grado alcohólico, Ph y la acidez total, junto con la mejor
madurez fenólica que podamos alcanzar en cada lugar” antes que tener acideces mucho
más bajas, señala Eduardo Jordán.
En comparación a la temporada 2019, el enólogo
indica que “las producciones caerán en forma importante, alrededor de un 20 a
25%, y en aquellos lugares donde las heladas afectaron fuertemente a los
cultivos, bajaron al 50% ya con la cosecha realizada, sobre todo en variedades
de brotación más temprana como son el pinot noir y chardonnay”.
Según Jordán, esta vendimia ha sido más
bien complicada, porque los efectos del clima la han marcado notablemente y la
han hecho muy distinta a todas las que le ha tocado vivir, donde hay que ir
mucho al campo y tener un feeling especial con cada zona.
“En
lo personal me gustan los años más fríos, más frescos donde la madurez es más
lenta y el trabajo se hace solo. En el caso de la actual cosecha y las
condiciones en la que se ha dado, nos obliga a estar mucho más presentes y a
tener una sintonía fina con el viñedo”, sostiene.
El Director Técnico y Enólogo de Miguel Torres
Chile no considera que este sea un año malo, pues cada temporada tiene su lado
positivo y una historia distinta que contar.

En 1979, la llegada de Familia Torres al
valle de Curicó contribuyó a dinamizar la viticultura chilena, con el aporte de
importantes innovaciones enológicas para esa época: rescate de variedades
olvidadas, desarrollo de la agricultura ecológica y proyectos orientados al
comercio justo.
A 40 años desde su fundación, Miguel
Torres Chile se ha consolidado como una de las bodegas de referencia en nuestro
país, distinguida como ‘Viña del año 2018’ por la asociación Vinos de Chile.
Con un equipo de más de 200 colaboradores,
posee 400 hectáreas de viñedo, repartidos en ocho fundos en las regiones de
Maule, Bío-Bío y Ñuble. Gracias a ello, elabora cerca de diez referencias de
vino, además del pisco El Gobernador, productos que se comercializan en más de
115 países.
Así entonces, la continuidad del
trabajo a la quinta generación de la Familia y la apuesta de Miguel Torres
Maczassek por la agricultura orgánica, el comercio justo y la innovación, desde
el respeto por la tradición, que se han transformado en los pilares
fundacionales de la bodega, siendo uno de los principales aportes a la
viticultura chilena la recuperación de variedades ancestrales como las cepas País
y Carignan.
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