Natalia Araos, Jefe Nacional Especialidad
Gastronomía, Hotelería y Turismo AIEP opina sobre la importancia de rescatar lo
cultural y social en el día de la cocina chilena.

Rememorando la historia nacional, la dieta
de nuestros conquistadores consistía principalmente en aceitunas, aceite de
oliva, pan, carne y vino, todo ello proveniente desde Europa, a diferencia de la
dieta indígena que se sustentaba de los productos que emanan de la madre
tierra.
Según indican relatos e investigaciones
uno de los platos típicos de los conquistadores se le llamaba “resistencia”, el
cual estaba compuesto a base de carnes, aves o pescado, y le seguía un plato de
“guiso” hecho de preferencia con choclos y papas, para sus largas jornadas de conquista.
Hoy al hablar de cocina chilena, nos
imaginamos una cazuela, porotos con rienda, pantrucas o empanadas.
Si bien es cierto son emblemáticos, poseemos
una gran variedad de pescados, mariscos, frutas, verduras y productos cárneos, que
son resultado de la extensa franja de tierra que tenemos como territorio
nacional, gracias a la diversidad de climas que permiten cosechar o producir
una gama ilimitada de alimentos.
Ejemplos hay muchos. La comida del norte está
influenciada por el pueblo Aymara, con alimentos como el chuño, el centro
influenciado por la cocina mapuche con platos como (pastel de choclo o
empanadas) y la parte sur de nuestro país, con preparaciones como el curanto.
Asimismo, se celebra la creación de todo tipo de alimentos, sin importar si es
patagónico o de origen callejero como las sopaipillas con mostaza o pebre y los
completos en su gran cantidad de variedades.
Tal vez no muchas personas conozcan este
día que le rendimos homenaje a lo que nos une, en todo ámbito, social, familiar
y en los reencuentros.
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