Un nuevo tipo de turismo se
está consolidando en diferentes localidades del mundo. Más que una categoría
dentro de la industria turística, representa una forma distinta de habitar y
recorrer los territorios y de entrar en contacto con las culturas originarias.
Este es el llamado turismo indígena.
Así lo consigna un reportaje en el medio digital "El Mostrador".
Según datos de la Organización
Mundial del Turismo, aproximadamente 370 millones de personas indígenas en el
mundo están vinculadas a actividades turísticas. La mayoría vive en zonas
rurales, muchas veces con alto valor ambiental, histórico y cultural. Y es
precisamente allí donde este tipo de turismo ha tomado fuerza. Son las propias
comunidades las que diseñan y ofrecen las experiencias, bajo sus propios
valores y formas de organización, compartiendo sus conocimientos ancestrales
con quienes las visitan.
¿Qué lo hace diferente?
A diferencia del turismo
convencional, el turismo indígena es planificado, gestionado y ejecutado por
las propias comunidades. Se realiza en territorios indígenas ancestrales y
busca no solo atraer visitantes, sino revitalizar culturas, preservar la biodiversidad
y generar desarrollo económico sustentable.
Este tipo de turismo se
caracteriza por contribuir a la protección de la cultura, el territorio y la
biodiversidad. Además, es gestionado por personas, familias u
organizaciones indígenas, quienes deciden qué mostrar, cómo hacerlo y con qué
objetivos.
Redes, premios y modelos
exitosos
En los últimos años han
surgido importantes organizaciones internacionales que agrupan, apoyan y
visibilizan el turismo indígena a nivel global. Una de las más influyentes es
la World Indigenous Tourism Alliance (WINTA), con sede en Australia, fundada en
2012 como un foro global para la promoción de valores indígenas a través del
turismo.
En Estados Unidos, la American
Indian Alaska Native Tourism Association (AIANTA) lleva más de 25 años
impulsando el turismo indígena como una herramienta de empoderamiento
económico, preservación cultural y recuperación de soberanía para las tribus
nativas.
En su última conferencia
anual, realizada en Luisiana en octubre de 2024, AIANTA premió a experiencias
ejemplares como el Centro Cultural Choctaw, el Paragon Casino Resort, el Inn of
the Mountain Gods Resort and Casino y la guía cultural Cheryl Trask de la
Nación Cherokee.
El Centro Cultural Choctaw, en
Oklahoma, recibió uno de los reconocimientos más valorados. Allí, los
visitantes pueden recorrer una pradera ancestral intacta, aprender sobre 14.000
años de historia a través de exhibiciones, presenciar y participar en danzas
sociales y juegos tradicionales como el stickball. También se imparten clases
de idioma Choctaw y se promueve la participación comunitaria intergeneracional,
con un enfoque educativo profundo.
Un poco más al norte, en
Canadá, la Indigenous Tourism Association of Canada (ITAC) agrupa a empresas
turísticas de propiedad y gestión indígena. En Australia, WAITOC, el Consejo de
Operadores Turísticos Indígenas de Australia Occidental, representa a casi 200
miembros, promoviendo vivencias culturales en todo el país. Y en Nueva Zelanda,
Turismo Maorí (NZ Māori Tourism) ha sido clave para posicionar a los pueblos
originarios como líderes dentro del sector turístico nacional.
El auge en Latinoamérica
América Latina también ha dado
pasos importantes en esta dirección. Con experiencias emergentes que han ganado
terreno en países como México, Bolivia, Ecuador, Argentina, Perú, Panamá,
Colombia y Honduras.
La Red Indígena de Turismo de
México (RITA) reúne a múltiples emprendimientos que buscan avanzar en el
reconocimiento pleno de los derechos indígenas, integrando estrategias
culturales, económicas y ambientales. En Bolivia, la Red TUSOCO opera desde
2005 con 22 iniciativas comunitarias, y hasta creó su propia operadora de
viajes. En Ecuador, la Federación Plurinacional de Turismo Comunitario (FEPTCE)
articula a comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas desde fines de
los años 80.
Al otro lado de la
cordillera, la Red Argentina de Turismo Rural Comunitario (RATuRC) agrupa
más de 70 experiencias campesinas e indígenas, con un fuerte foco en el
fortalecimiento de la autogestión. Y en Colombia, la joven Asociación Nacional
de Turismo Indígena (ASONTIC) busca posicionar el turismo indígena como una
herramienta económica, social y cultural al interior de los territorios.
¿Y en Chile?
En Chile, el turismo indígena
aún se encuentra en una fase de desarrollo incipiente. Existen experiencias
localizadas en territorios mapuche, atacameño y rapa nui, por ejemplo, pero aún
falta una articulación nacional más sólida.
En 2020, el Ministerio de
Economía lanzó el Sello de Turismo Indígena, una herramienta para identificar y
promover experiencias auténticas en este ámbito. La iniciativa fue desarrollada
junto a la Asociación Nacional de Turismo Indígena y busca visibilizar y
fortalecer emprendimientos turísticos con pertinencia cultural. También se han
elaborado lineamientos técnicos y guías para orientar a las comunidades en el
diseño de productos turísticos respetuosos, sustentables y rentables.
Sin embargo, aún hay mucho
potencial por explorar. La rica diversidad de pueblos originarios, la variedad
de paisajes y la creciente demanda por experiencias auténticas, posicionan a
Chile como un país con condiciones privilegiadas para expandir este tipo de
turismo.
El turismo indígena no solo
permite a los viajeros vivir una experiencia profunda, educativa y diferente.
También puede ser un motor de desarrollo para las comunidades, fortaleciendo la
autonomía económica, revitalizando lenguas, tradiciones y cosmovisiones, y
ofreciendo una narrativa propia frente al mundo globalizado.