Así lo consigna el medio argentino "La Gaceta".
La tendencia, que crece al
ritmo de las aerolíneas low cost y la cultura de lo inmediato, tiene
cada vez más adeptos entre estudiantes, grupos de amigos y personas con tiempo
limitado que buscan tachar destinos sin pensar demasiado en el descanso, ni en
el impacto ambiental.
Una moda pensada para el
“ahora”
El concepto es tan simple como
intenso: tomar un vuelo temprano por la mañana, pasar entre ocho y 12 horas en
otra ciudad, y volver al atardecer a casa. Nada de reservas en hoteles ni
valijas. Sólo una mochila, un plan y muchas ganas de hacer algo distinto. La
web Extreme Day Trips, creada por Rick Blyth, reúne experiencias de este
tipo y fue una de las primeras en impulsar el fenómeno.
Aunque parece exagerado, el
público que adopta esta práctica tiene muy claro lo que busca. Están los que
aprovechan una promo para visitar Milán y comprar ropa más barata que en su
país. Están los que van a Venecia sólo para vivir un rato la postal. Están,
sobre todo, los jóvenes que buscan aventuras “accesibles”, y que viven al ritmo
de las redes, el feed y el FOMO (fear of missing out o
"temor a perderse algo").
Lejos del turismo tradicional,
estos nuevos exploradores no buscan relajarse. Quieren acumular momentos,
moverse rápido y volver con historias que contar. “(Es una actividad ideal
para) parejas y amigos que buscan un poco de aventura en un día libre, jubilados
que aprovechan su flexibilidad, o estudiantes que buscan explorar Europa con un
presupuesto limitado”, resumió Blyth en una entrevista para el medio Le
Vif.
Y es que el punto de partida
no siempre es el dinero, sino el deseo de vivir más cosas en menos
tiempo.
Una práctica poco rentable (y
muy contaminante)
Aunque para muchos parece una
idea brillante, los expertos en turismo tienen una mirada crítica. Jean-Michel
Decroly, profesor de la Universidad Libre de Bruselas, sostiene que esta
tendencia refleja una obsesión con acumular experiencias en poco tiempo y una
necesidad constante de mostrarse en redes. “Permite marcar un estatus social”,
explicó en la nota publicada por Le Vif.
Además, desde el punto de
vista económico, este tipo de turismo deja poco en las ciudades visitadas. Como
los viajeros no pagan alojamiento ni consumen mucho, los comercios locales casi
no se benefician.
Lo más preocupante, sin
embargo, es el impacto ambiental. Los vuelos de bajo costo son responsables de
gran parte de las emisiones contaminantes. Y aunque Europa busca reducir tales
viajes, este tipo de escapadas va en dirección contraria. Jean-Francois
Defour, vocero de la Unión Profesional de Agencias de Viajes (UPAV), fue
tajante: “en términos de sostenibilidad, es un completo disparate”.
Las primeras medidas y el
posible freno
Algunas ciudades ya están
intentando controlar esta ola de turistas exprés. Venecia, por ejemplo, comenzó
a cobrar una entrada de cinco euros para visitantes que van por el día, en
fechas de alta afluencia. La medida, simbólica pero firme, busca reducir el
desgaste que sufren sus calles, puentes y canales.
Por otro lado, Bélgica
introdujo un impuesto extra a los pasajes aéreos, que va de los 2,40 a los 10
euros y que aumentará en verano. Y aunque en ese país la tendencia no es tan
fuerte, los especialistas creen que el mensaje es claro: se viene una mayor regulación.
Mientras tanto, en redes
sociales los videos de personas que desayunan en Londres y cenan en Madrid
siguen multiplicándose. Aunque las voces críticas crecen y los gobiernos
empiezan a intervenir, el extreme day tripping sigue seduciendo a
quienes buscan emociones rápidas, boletos baratos y una buena historia para
contar.
Para una generación que valora el instante más que la permanencia, esta forma de viajar no sólo es posible: parece inevitable.
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