Esta tendencia fue refrendada por un estudio que
realizó en febrero pasado la Federación Red Nacional Apícola, que estableció
que el consumo anual per cápita actualmente es de 700 gramos, muy distante de
los 98 gramos de 2004, los 220 gramos de 2013 y los 400 gramos de 2018, año del
último sondeo.
El estudio, que se realizó a nivel de consumidores y
productores en 11 regiones del país, también determinó que en un 50% de los
hogares hoy se consume miel (30% en 2018).
Un 46% lo hace por sus propiedades medicinales, un 33%
por sus propiedades nutricionales y otros porque se trata de un producto natural
sin aditivos.
“Casi 90% sabe por qué lo hace, le asigna valor y eso
indica que va a seguir consumiendo”, dice Misael Cuevas, presidente de la
Federación Red Nacional Apícola.
Agrega que el consumidor mayoritario tiene entre 30 y
50 años, “lo que nos permite inferir que se trata de personas que hacen
deportes, que van al gimnasio o que buscan productos saludables y de
matrimonios, que les están enseñando a comer sano a sus hijos”.
“Los chilenos estamos consumiendo más miel desde 2010,
cuando se genera un debate acerca de los peligros que enfrentan las abejas.
Ahí, se instala una mayor preocupación ciudadana por
estos polinizadores y una valoración colectiva de la apicultura”, afirma
Cuevas.
Sin embargo, precisa que el consumo nacional aún está
lejano del de países europeos, donde el promedio supera el kilo anual. En
Centroáfrica, la estadística escapa a toda norma, con 3 kilos de miel por
habitante al año.
Este mayor consumo interno de miel, junto con los
servicios de polinización, según el dirigente, ha permitido que los apicultores
nacionales enfrenten en mejor pie las caídas de las cosechas y de las
exportaciones.
“Este 2021 hubo un pequeño repunte, pero la cosecha
anterior está entre las más bajas de los últimos 30 años”. Según ODEPA, las
toneladas exportadas en 2020 cayeron 53% respecto a 2019, producto de las
restricciones de la pandemia y las sequías.
Chile ocupa el cuarto lugar entre los países
productores de miel de Latinoamérica, detrás de México, Argentina y Brasil. La
producción fluctúa entre las 7 mil y 11 mil toneladas al año (82% de especies
melíferas de bosque nativo). Los principales destinos de las exportaciones a
granel son Alemania (77%) y Francia (10%).
De acuerdo a los registros del SAG (al 30 de
septiembre de 2020) en el país hay 8.777 apicultores con un total de 16.973
apiarios, concentrados mayormente en las regiones del Maule y O’Higgins, con un
promedio de 73 colmenas. Un total de 763.562 colmenas (61,5%) realizan
trashumancia (se trasladan en busca de floración).
Del total de explotaciones apícolas, 86% pertenece a
la Agricultura Familiar Campesina. INDAP tiene alrededor de 4.000 usuarios que
se dedican en diferentes niveles de especialización al rubro y que reciben
asesoría productiva y comercial a través de sus programas Prodesal, SAT, PDTI,
Alianzas Productivas y Asociatividad Económica, además de incentivos y créditos
para la compra de insumos, material genético e infraestructura.
“Como institución ponemos a disposición de los
pequeños productores apícolas todos nuestros instrumentos, para que puedan
desarrollar al máximo sus capacidades y sus emprendimientos, además de
apoyarlos en la diversificación de la miel, que ha resultado una excelente
alternativa de comercialización.
También disponemos del seguro apícola, que protege su
inversión frente a la sequía y las difíciles situaciones del cambio climático y
les da tranquilidad para trabajar”, expresa el director nacional de INDAP,
Carlos Recondo.
La mayor preocupación de la apicultura nacional hoy es
la escasez hídrica, sobre todo en la zona de Maule hacia el norte. Según Misael
Cuevas, la próxima temporada será muy compleja si no hay lluvias.
“Las abejas están más vulnerables debido a la baja
oferta de flora y se requiere de mayor dedicación e inversiones para nutrirlas
y mantenerlas sanas. Es un tema que llegó para quedarse”.
Otro punto negativo, dice el dirigente, es la competencia de mieles adulteradas. “Hay productos que se venden en envases que dicen miel, pero son azúcares de maíz o fructosa con saborizantes y estabilizantes. Si están etiquetados y llevan sellos negros de alto en azúcares y alto en calorías no son miel y hay que descartarlos”, afirma.
Otra validación, más rústica, es poner una cucharadita
del producto en una copa y agregarle agua caliente: “Si cuesta que se disuelva
y el agua se pone turbia, es miel; si se deshace rápidamente y el agua sigue
clara, no es miel. Los falsificadores siempre hacen que las apariencias nos
engañen”, dice Cuevas.
Y con motivo del Día Nacional de la Miel, la
Federación Red Apícola Nacional realiza todos los años iniciativas para
promover su consumo e informar sobre los beneficios de incorporarla a la dieta.
Este 6 de agosto a las 16 horas la invitación es a una Cata Virtual de Miel a través de su página de Facebook (pinche aquí), donde los participantes podrán interactuar y hacer preguntas.
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