miércoles, 15 de octubre de 2025

El nuevo mapa mental del inversor en turismo

Natalia Bayona 
 Hoy está claro que los modelos que están transformando las inversiones son: las zonas económicas especiales, zonas de valor global, la tecnología y los incentivos al desarrollo del talento y capital humano

Las inversiones y las expectativas de los inversionistas han evolucionado. Por ello, es necesario cambiar la forma de incentivar la inversión turística. 

Ya no basta con exenciones fiscales tradicionales; los incentivos deben ser más integrales, flexibles y estar alineados con la innovación, el desarrollo del talento humano y la capacidad para transformar un territorio con empleos de calidad.

La oportunidad es clara. En términos de Inversión Extranjera Directa (IED) Global, el sector turístico atrajo entre los años 2019 y 2024, más de 2.000 proyectos con una inversión total estimada de USD 125.900 millones y la expectativa de crear más de 300.000 nuevos empleos. Para consolidar el capital y crear una cultura inversora en turismo, se requieren nuevas estrategias.

Se suele hablar de incentivos fiscales y no fiscales, pero las tendencias están girando hacia nuevos motores de desarrollo y el mundo cambia hacia un marco de inversión que combina las ventajas competitivas territoriales con vehículos de llegada de capital innovadora. Estos últimos días, tuve el placer de estar en Panamá, un país que ha sido reconocido por su cultura de inversión.

Hoy está claro que los modelos que están transformando las inversiones son: las zonas económicas especiales, zonas de valor global, la tecnología y los incentivos al desarrollo del talento y capital humano.

Nuevas zonas económicas especiales y de interés turístico

Las zonas económicas especiales (ZEE) y las zonas de interés nacional (ZIN) están cada vez más presentes en la conversación y son áreas que buscan atraer inversión mediante marcos regulatorios y fiscales diferenciados como puede ser el caso de Pedernales y Miches en República Dominicana o proyectos como el Four Seasons en Cartagena: la primera zona franca turística de Colombia.

Según el pasado reporte de inversión de UN Trade and Development, solo en América Latina y el Caribe hay alrededor de 486 zonas económicas especiales: tres son turísticas.

Para hacer una comparativa, a nivel mundial, encontramos 5.383 zonas especiales, de las cuales 120 tienen foco turístico. 

Estos números muestran el uso creciente de las zonas económicas especiales, dada la garantía a un inversor en materia de impuestos pero también en el valor que tienen para crear megaproyectos que solo así permiten desarrollar el ecosistema turístico: tomar una región con potencial a ser un centro de emprendimiento local, educación permanente al talento y fomentar que la calidad en el servicio, formalidad en el emprendimiento y nuevas experiencias vayan de la mano.

Innovar: el presente del turismo

Más allá de las zonas económicas especiales, si algo está marcando la época actual es la articulación de nuevas tecnologías en los procesos de atención al turista.

En países como Indonesia, Sudáfrica o Marruecos, se han creado incentivos a la inversión en innovación. Ejemplo de ellos son dónde los países tienen sus propios fondos de capital riesgo para invertir junto al venture capital privado en la aceleración de empresas que apuesten y estén alineados con la visión nacional: inteligencia artificial, seguridad, defensa, salud vinculados al turismo.

Incentivos al talento

Siempre digo que el turismo es el sector económico más humano de cuantos existen, y lo mantengo. Porque el talento es un motor de desarrollo, pero también una condición indispensable para que inversiones sean sostenibles. Sin talento capacitado, esto no es posible.

Por ello hay que apostar por la formación desde las instituciones, desde la academia y desde el sector privado.

Fruto de ello nacen incentivos gubernamentales que le ayudan al inversor que desde que toma su decisión, hay programas específicos para que una vez terminado su proyecto, sea hotelero, hostelero, aeronáutico entre muchos otros, las personas locales estén capacitadas para emplearse formalmente.

Un ejemplo de ello es el incentivo al talento con un fondo público de inversión estimado en USD 100 millones destinado a capacitar 100.000 jóvenes o la creación nuevas escuelas especializadas, como es el caso de la Escuela de Turismo y Hospitalidad en colaboración con ONU Turismo, proyectos culturales liderados por el sector privado que integran la identidad y la formación, como el Centro Cultural Ranieri en Punta Cana que también generan capital humano local y fortalecen la conexión entre cultura y oferta turística.

Facilitando la inversión con los incentivos

Estos tres nuevos pilares, por supuesto, se apoyan en facilitadores de la inversión. Los incentivos, para ser efectivos, necesitan de un marco normativo estable y transparente, con procedimientos administrativos ágiles que reduzcan la incertidumbre legal y temporal para los inversionistas.

Por supuesto, hay que apostar por la infraestructura y la conectividad con un transporte eficiente. Estas son condiciones mínimas para cualquier proyecto competitivo en el que no puede faltar la apuesta por el un capital humano formado y alianzas público privadas que permitan compartir riesgos y coordinar inversiones.

Los incentivos fiscales siguen siendo una herramienta potente si se diseñan con objetivos claros. Medidas como la reducciones de impuestos; la exoneración de IVA y aranceles; y mecanismos contables como créditos fiscales o amortización acelerada mejoran la viabilidad financiera de proyectos y aceleran la llegada de inversión, siempre que se condicionen a compromisos de empleo, sostenibilidad o beneficio local.

Por ello cada vez cobran más importancia incentivos no fiscales, como la cesión gratuita o asignación de terrenos para turismo comunitario, que facilita proyectos en zonas rurales, indígenas o estratégicas; o la simplificación administrativa mejora el acceso a capital, especialmente para empresas locales y proyectos de infraestructura.

Los motores de desarrollo están cambiando y así tienen que hacerlo también las formas de impulsar las inversiones. Los nuevos tiempos exigen paquetes integrales que combinen incentivos fiscales y no fiscales, gobernanza territorial inteligente, impulso a la innovación y formación del talento local.

El diseño de incentivos debe ser flexible, condicionado a resultados sociales y ambientales, y orientado a generar cadenas de valor locales duraderas. Solo así se atraerá inversión de calidad y se construirá un turismo que beneficie a comunidades y conserve los activos naturales y culturales.

Natalia Bayona es Directora Ejecutiva-Organización Mundial del Turismo. 

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