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Natalia Bayona |
Las inversiones y las expectativas de los inversionistas han evolucionado. Por ello, es necesario cambiar la forma de incentivar la inversión turística.
Ya no basta con
exenciones fiscales tradicionales; los incentivos deben ser más integrales,
flexibles y estar alineados con la innovación, el desarrollo del talento humano
y la capacidad para transformar un territorio con empleos de calidad.
La oportunidad es clara. En
términos de Inversión Extranjera Directa (IED) Global, el sector turístico
atrajo entre los años 2019 y 2024, más de 2.000 proyectos con una inversión
total estimada de USD 125.900 millones y la expectativa de crear más de 300.000
nuevos empleos. Para consolidar el capital y crear una cultura inversora en
turismo, se requieren nuevas estrategias.
Se suele hablar de incentivos
fiscales y no fiscales, pero las tendencias están girando hacia nuevos motores
de desarrollo y el mundo cambia hacia un marco de inversión que combina las
ventajas competitivas territoriales con vehículos de llegada de capital
innovadora. Estos últimos días, tuve el placer de estar en Panamá, un país que
ha sido reconocido por su cultura de inversión.
Hoy está claro que los modelos
que están transformando las inversiones son: las zonas económicas especiales,
zonas de valor global, la tecnología y los incentivos al desarrollo del talento
y capital humano.
Nuevas zonas económicas
especiales y de interés turístico
Las zonas económicas
especiales (ZEE) y las zonas de interés nacional (ZIN) están cada vez más
presentes en la conversación y son áreas que buscan atraer inversión mediante
marcos regulatorios y fiscales diferenciados como puede ser el caso de
Pedernales y Miches en República Dominicana o proyectos como el Four Seasons en
Cartagena: la primera zona franca turística de Colombia.
Según el pasado reporte de
inversión de UN Trade and Development, solo en América Latina y el Caribe
hay alrededor de 486 zonas económicas especiales: tres son turísticas.
Para hacer una comparativa, a nivel mundial, encontramos 5.383 zonas especiales, de las cuales 120 tienen foco turístico.
Estos números muestran el uso creciente de las zonas económicas
especiales, dada la garantía a un inversor en materia de impuestos pero también
en el valor que tienen para crear megaproyectos que solo así permiten
desarrollar el ecosistema turístico: tomar una región con potencial a ser un
centro de emprendimiento local, educación permanente al talento y fomentar que
la calidad en el servicio, formalidad en el emprendimiento y nuevas
experiencias vayan de la mano.
Innovar: el presente del
turismo
Más allá de las zonas
económicas especiales, si algo está marcando la época actual es la articulación
de nuevas tecnologías en los procesos de atención al turista.
En países como Indonesia,
Sudáfrica o Marruecos, se han creado incentivos a la inversión en innovación.
Ejemplo de ellos son dónde los países tienen sus propios fondos de capital
riesgo para invertir junto al venture capital privado en la
aceleración de empresas que apuesten y estén alineados con la visión nacional:
inteligencia artificial, seguridad, defensa, salud vinculados al turismo.
Incentivos al talento
Siempre digo que el turismo es
el sector económico más humano de cuantos existen, y lo mantengo. Porque el
talento es un motor de desarrollo, pero también una condición indispensable
para que inversiones sean sostenibles. Sin talento capacitado, esto no es
posible.
Por ello hay que apostar por
la formación desde las instituciones, desde la academia y desde el sector
privado.
Fruto de ello nacen incentivos
gubernamentales que le ayudan al inversor que desde que toma su decisión, hay
programas específicos para que una vez terminado su proyecto, sea hotelero,
hostelero, aeronáutico entre muchos otros, las personas locales estén
capacitadas para emplearse formalmente.
Un ejemplo de ello es el
incentivo al talento con un fondo público de inversión estimado en USD 100
millones destinado a capacitar 100.000 jóvenes o la creación nuevas escuelas
especializadas, como es el caso de la Escuela de Turismo y Hospitalidad en colaboración
con ONU Turismo, proyectos culturales liderados por el sector privado que
integran la identidad y la formación, como el Centro Cultural Ranieri en Punta
Cana que también generan capital humano local y fortalecen la conexión entre
cultura y oferta turística.
Facilitando la inversión con
los incentivos
Estos tres nuevos pilares, por
supuesto, se apoyan en facilitadores de la inversión. Los incentivos, para ser
efectivos, necesitan de un marco normativo estable y transparente, con
procedimientos administrativos ágiles que reduzcan la incertidumbre legal y
temporal para los inversionistas.
Por supuesto, hay que apostar
por la infraestructura y la conectividad con un transporte eficiente. Estas son
condiciones mínimas para cualquier proyecto competitivo en el que no puede
faltar la apuesta por el un capital humano formado y alianzas público privadas
que permitan compartir riesgos y coordinar inversiones.
Los incentivos fiscales siguen
siendo una herramienta potente si se diseñan con objetivos claros. Medidas como
la reducciones de impuestos; la exoneración de IVA y aranceles; y mecanismos
contables como créditos fiscales o amortización acelerada mejoran la viabilidad
financiera de proyectos y aceleran la llegada de inversión, siempre que se
condicionen a compromisos de empleo, sostenibilidad o beneficio local.
Por ello cada vez cobran más
importancia incentivos no fiscales, como la cesión gratuita o asignación de
terrenos para turismo comunitario, que facilita proyectos en zonas rurales,
indígenas o estratégicas; o la simplificación administrativa mejora el acceso a
capital, especialmente para empresas locales y proyectos de infraestructura.
Los motores de desarrollo
están cambiando y así tienen que hacerlo también las formas de impulsar las
inversiones. Los nuevos tiempos exigen paquetes integrales que combinen
incentivos fiscales y no fiscales, gobernanza territorial inteligente, impulso
a la innovación y formación del talento local.
El diseño de incentivos debe
ser flexible, condicionado a resultados sociales y ambientales, y orientado a
generar cadenas de valor locales duraderas. Solo así se atraerá inversión de
calidad y se construirá un turismo que beneficie a comunidades y conserve los
activos naturales y culturales.
Natalia Bayona es Directora Ejecutiva-Organización Mundial del Turismo.
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