miércoles, 7 de mayo de 2025

Camélidos en el corazón de los Andes: Hilos de lana, memoria y resiliencia

 En el altiplano de los Andes, donde sus habitantes se enfrentan a la falta de infraestructura y de conectividad, a la escasez de agua y a factores ambientales como la altitud, la crianza de camélidos -una alternativa para el sustento de las comunidades- ha sido durante siglos.

Un ejemplo de ello es Diego Fabián, que trabaja con llamas y vicuñas en Argentina y quien se siente profundamente conectado con esta herencia cultural.

"Mi padre y mi abuelo me enseñaron a respetar la naturaleza y a cuidar de los animales como parte de nuestra cultura". En su familia, la ganadería camélida es un legado que ha pasado de generación en generación.

Además de su valor económico, estos animales representan un vínculo ancestral entre los pueblos y su tierra. Son el reflejo de un modo de vida que ha perdurado durante siglos, adaptándose a los desafíos del cambio climático mediante técnicas tradicionales de manejo y producción.

Desde las zonas australes de Chile y Argentina, hasta las grandes mesetas andinas que abarcan además a Bolivia, Ecuador y Perú, la crianza y cuidado de llamas, alpacas, guanacos y vicuñas sigue siendo un pilar fundamental de la vida rural.

Sin duda, su aporte como medios de vida y subsistencia son claves para las comunidades altoandinas.

Pero el sector camélido tiene ingredientes adicionales, algo que hace único su cuidado y preservación.

Así lo resalta Conrado Blanco Mamani, criador chileno, quien ve a estos animales como una forma de preservar el patrimonio de su cultura y su pueblo. A sus 65 años, ha dedicado su vida completa al cuidado de llamas y alpacas.

"La ganadería camélida no solo nos alimenta, sino que también es esencial para proteger el medio ambiente". Sus palabras van más allá de un simple enfoque productivo, si no que integra la protección de los ecosistemas vitales para los camélidos.

Desafíos del cambio climático y la resiliencia

En Perú, Inés Flores, una de los más de 92 mil alpaqueros de su país, ve cómo el clima extremo está afectando la crianza. Ella es testigo directo de estos cambios, como las sequías y heladas, que han reducido su capacidad de producción.

 "A veces, sentimos que no podemos seguir, pero es nuestra forma de vida" explica Inés, quien lidera el pastoreo familiar junto a sus hermanos y su esposo.

Los bofedales son ecosistemas clave para la sobrevivencia de los camélidos, ya que les proporcionan agua, pasto y una alimentación rica en nutrientes.  

Sin embargo, debido al cambio climático y métodos no sostenibles de manejo del territorio, se han visto degradados, lo que limita los servicios ecosistémicos que éstos ofrecen para la cría, reproducción y sobrevivencia saludable de camélidos.

Lo anterior, no solo pone en peligro a los animales, sino también a las comunidades que dependen de ellos.

Roberta Rivera, criadora boliviana, también se ha visto afectada por las fluctuaciones climáticas, que dificultan la crianza de llamas; pero ella sigue adelante. "Tenemos que ser resilientes, aprender nuevas tecnologías, pero nunca perder nuestras raíces".

Por su parte, Diego de Argentina también ha debido adoptar medidas para hacerle frente, utilizando prácticas agrícolas sostenibles en su finca, como la siembra de quinua y papas, que ayudan a diversificar la producción y a tener que reducir la dependencia de los camélidos.

Mujeres alpaqueras y el empoderamiento

Uno de los aspectos más destacados que ha dejado el “Año Internacional de los Camélidos” es el papel fundamental de las mujeres en la crianza.

Roberta también resguarda esa tradición y resalta el rol que las mujeres han adquirido en su cuidado. Aunque su comunidad ha pasado por transformaciones, para ella la crianza de estos animales es un modo de vida que las conecta fuertemente con el pasado.

"Antes, los hombres eran quienes trabajaban con las llamas, pero ahora las mujeres también somos parte fundamental de este proceso". Roberta ha aprendido a producir charque y otros productos derivados de la llama con nuevas tecnologías, pero sin perder una mirada tradicional.

En Perú, Inés también lidera el cambio en su familia y comunidad. A pesar de las dificultades, ha logrado posicionarse como una referente entre las mujeres alpaqueras.

"Nuestro trabajo con las alpacas no solo es para subsistir, es una forma de mantener vivas nuestras tradiciones y dignificar a nuestras comunidades", expresó.

 Inés incluso pudo llevar sus creaciones a Europa este año invitado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el marco de la conmemoración del Año Internacional de los Camélidos, mostrando el valor cultural y económico de su trabajo.

Una marca ecuatoriana con raíces en los Andes

Los camélidos también están en la alta costura. Paqocha es una marca ecuatoriana que nació con la misión de rescatar y promover el legado de las comunidades alpaqueras del país. Se dedica a la producción y comercialización de prendas de vestir elaboradas con fibra de alpaca de alta calidad.

"Desde el año 2006 trabajo en camélidos andinos (alpacas y vicuñas) con comunidades de Ecuador y Perú. El Año Internacional de los Camélidos nos recordó la importancia de esta cadena de valor para el desarrollo sostenible y la economía local", comentó Felipe Segovia, co creador de Paqocha en Pichincha, Ecuador.

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