martes, 1 de julio de 2025

Fedetur y Universidad Andrés Bello sellan alianza para impulsar el turismo MICE y la empleabilidad en la industria

 La Federación de Empresas de Turismo de Chile (Fedetur) y la Universidad Andrés Bello (UNAB) firmaron un convenio de colaboración que permitirá avanzar en dos áreas estratégicas para la industria turística nacional: la generación de conocimiento especializado y el fortalecimiento de la empleabilidad.

La alianza incluye el desarrollo del primer estudio que medirá de manera periódica el impacto económico directo e indirecto del turismo MICE en Chile, adaptado a las distintas categorías que lo componen (reuniones, incentivos, congresos y ferias).

Además, Fedetur pasará a formar parte de la Red de Empleadores UNAB, facilitando el acceso a ferias laborales, prácticas profesionales, charlas y otras instancias que contribuyan a la inserción laboral de los estudiantes de las carreras vinculadas a la Escuela de Turismo y Hotelería.

Ignacio Guerrero, vicerrector de Vinculación con el Medio y Alumni, destacó que “para nuestra universidad la vinculación y contribución con el entorno es un pilar estratégico de trabajo, y es por eso que estamos contentos de concretar esta alianza que permitirá realizar estudios conjuntos en materias de turismo y que abrirá nuevas oportunidades profesionales para nuestros estudiantes y egresados, a través del relacionamiento con las distintas empresas de Fedetur.

Estamos convencidos de que fortalecer la vinculación entre nuestros estudiantes y sus futuros empleadores es clave para su crecimiento profesional. Por eso, continuaremos impulsando iniciativas como esta, que conectan de manera concreta a la academia con el mundo productivo”.

El turismo MICE se ha consolidado como un motor clave para el desarrollo económico, la descentralización y la proyección internacional de los destinos. Este segmento, que incluye reuniones, incentivos, congresos y ferias, no solo genera un impacto directo en términos de gasto y empleo, sino que contribuye a romper la estacionalidad, dinamizar la actividad en temporadas bajas y posicionar a Chile como un país capaz de atraer eventos de clase mundial.

Además, su efecto multiplicador alcanza a múltiples sectores productivos, fomenta las inversiones y favorece la transferencia de conocimiento y redes internacionales, convirtiéndolo en un pilar estratégico para la competitividad turística nacional.

Este estudio cuantificará de manera sistemática y con base empírica los flujos económicos, ingresos y beneficios que genera el turismo MICE en Chile. La falta de datos consolidados sobre este segmento ha sido una de las principales brechas que limita su desarrollo estratégico, por lo que esta investigación busca entregar información clave para la toma de decisiones, promover inversiones y potenciar la competitividad nacional en el mercado global de eventos, reuniones y congresos.

En esa línea, la presidente ejecutiva de Fedetur, Mónica Zalaquett, explicó que “Chile acogió 98 congresos internacionales en 2024, posicionándonos como el cuarto país más activo en eventos MICE de Sudamérica, solo detrás de Brasil, Argentina y Colombia, mientras que Santiago es hoy la tercera ciudad de América con más eventos internacionales, según el último ranking ICCA, lo que demuestra el salto competitivo que hemos dado en este sector, y que como industria buscamos capitalizar para seguir creciendo.

La alianza con la academia, en este caso, con la Universidad Andrés Bello, apunta en esa dirección, y este estudio pretende sistematizar una medición que es clave para establecer objetivos y estrategias que impulsen el turismo MICE y sitúan a Chile como un destino de primer nivel”.

La firma del convenio se realizó en el Campus Casona de Las Condes y contó con la participación de autoridades académicas, representantes de Fedetur y del sector turístico, quienes luego compartieron un almuerzo para analizar los desafíos y oportunidades que enfrenta la industria.

El turismo MICE, también conocido como turismo de reuniones, es un segmento del sector turístico que se enfoca en la organización y gestión de eventos como reuniones, incentivos, conferencias y exposiciones. Este tipo de turismo genera un importante impacto económico y es clave para la promoción de destinos turísticos. 

De hecho, las iniciales MICE corresponden a las siglas en inglés de meetings, incentives, conferences y exhibitions y su principal objetivo, es la realización de actividades profesionales.

El poder transformador de cada dólar turístico

Conferencia inaugural: IV Estudios Avanzados de Turismo Estratégico. (Tampa - Florida 2025)

En un mundo que avanza hacia modelos económicos más sostenibles, resilientes e inclusivos, a la vez que incierto, el turismo representa una de las actividades con mayor capacidad de impacto directo en los territorios.

A menudo subestimado por su carácter lúdico o recreativo, el turismo es en realidad una fuerza económica de primer orden, que moviliza millones de personas, impulsa industrias transversales, actividades de redes locales de empleo y producción, y produce una derrama económica superior a otras actividades económicas.

Sin embargo, el auténtico poder transformador del turismo no reside exclusivamente en las grandes inversiones, los megaproyectos o las cifras macroeconómicas, sino en las decisiones individuales de gasto que toma cada viajero: desde una noche en una posada familiar hasta una simple taza de café, una entrada a un museo local o una compra en una tienda de barrio. 

Según datos de MasterCard, el turismo representa alrededor del 10% del Producto Interno Bruto (PIB) global y sostiene uno de cada diez empleos en el mundo. Estas cifras son aún más impactantes en regiones donde el turismo representa una de las pocas vías de desarrollo económico y cohesión social.

Pero para que ese potencial se materialice de forma justa y duradera, es crucial entender cómo y dónde se gasta ese dinero. No es lo mismo que el gasto se concentre en cadenas internacionales que lo extraen del país, a que se distribuya entre pequeños emprendedores, productores locales y comunidades anfitrionas. Aquí es donde cada decisión de compra turística cobra una relevancia estratégica.

Dentro del amplio espectro del gasto turístico —que incluye transporte, alojamiento, alimentación, ocio, excursiones, seguros y servicios diversos—, las compras representan un componente especialmente interesante. El acto de comprar durante un viaje no solo genera ingresos, sino que constituye en muchos casos una experiencia cultural en sí misma.

El llamado turismo de compras, más allá de ser una categoría emergente del sector, refleja la importancia que tienen las compras como motivación y como práctica asociada al disfrute del destino. Comprar productos típicos, ropa, artesanía, recuerdos o incluso bienes de lujo se ha convertido en una parte integral del itinerario de millones de viajeros en todo el mundo.

Es importante, aquí diferencia el Turismo de Compras, cuando el turista o viajero tiene como motivación principal o complementaria de su viaje la adquisición de productos o servicios, ya sean internacionales de marcas reconocidas, locales y tradicionales, relacionados con la identidad cultural del territorio, y constituye una, generando impacto económico y cultural en el destino. 

La diferencia con el gasto turístico general y el gasto en compras reside en la intencionalidad y en el destino de ese dinero. Mientras que el gasto general puede estar mediado por necesidades básicas —comer, dormir, trasladarse—, las compras turísticas suelen estar vinculadas a decisiones más emocionales, culturales o simbólicas. Un viajero puede elegir comprar un producto local porque desea llevarse “una parte” del destino consigo, porque desea apoyar a un artesano o porque encontró algo auténtico, único e irrepetible. Esa dimensión subjetiva convierte la compra en una forma de conexión con el lugar visitado y, a la vez, en una fuente de ingresos directa para el tejido productivo más próximo al territorio.

En países como Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, México, Marruecos, Turquía, Perú, España o Tailandia, el turismo de compras representa un pilar fundamental del gasto turístico total. 

 Muchas veces, lo que el visitante gasta en mercados, tiendas, centros comerciales o ferias artesanales supera con creces el costo de alojamiento o alimentación. 

En destinos urbanos, por ejemplo, las rutas comerciales se han convertido en verdaderos polos de atracción turística, mientras que, en áreas rurales, las compras de productos agroalimentarios o textiles contribuyen a sostener modos de vida tradicionales y a preservar el patrimonio cultural intangible.

Este tipo de turismo —en el que las compras son el centro o una parte significativa de la experiencia— tiene además un poderoso efecto multiplicador. Cuando el dinero del turista se invierte en productos locales, se activa una cadena de valor que incluye a productores primarios, diseñadores, transportistas, comerciantes y trabajadores del sector servicios.

Una simple compra puede significar trabajo para muchas personas, especialmente en las economías informales que abundan en destinos turísticos de países en desarrollo.

En este sentido, la digitalización ha abierto nuevas posibilidades en este campo. El uso de pagos digitales, billeteras móviles y plataformas electrónicas ha permitido que miles de pequeños comercios puedan acceder a los flujos turísticos sin depender del efectivo, lo que mejora la seguridad, la trazabilidad y la inclusión financiera, permitiendo integrar actores que desarrollan su actividad en una economía informal.

Esta transformación es clave, ya que muchas comunidades rurales o barrios periféricos —con productos únicos y atractivos— no estaban antes integrados en la cadena formal de consumo turístico.

Además, la digitalización facilita la conexión entre la oferta y la demanda, permitiendo que un viajero pueda conocer de antemano la existencia de mercados locales, iniciativas de comercio justo, rutas de compras sostenibles o experiencias auténticas de compra directamente al productor.

Plataformas tecnológicas impulsadas por actores globales y locales ofrecen no solo sistemas de pago accesibles, sino también datos valiosos para el análisis de patrones de consumo, que ayudan a gobiernos y empresas a diseñar mejores políticas turísticas y estrategias de promoción comercial.

El turismo de compras también es una herramienta de diplomacia cultural y de intercambio entre turistas y ciudadanos del territorio.

A través de las compras, los visitantes se acercan a las tradiciones del lugar, descubren materiales, sabores y estéticas nuevas, y se convierten en embajadores espontáneos del destino al llevar sus productos a otros países. En muchos casos, el turista que compra directamente a un artesano está apoyando procesos como el empoderamiento femenino o de sostenibilidad ambiental.

No obstante, para que esto sea una realidad, es necesario un trabajo conjunto entre los gestores públicos, privados y comunitarios. Las autoridades turísticas deben diseñar políticas que fortalezcan los ecosistemas comerciales locales, identifiquen productos con valor agregado, promuevan marcas territoriales y conecten los circuitos turísticos con las zonas productoras.

Las empresas deben facilitar canales de distribución, apoyar procesos de capacitación y garantizar el cumplimiento de principios de comercio justo. Y los propios turistas deben ser sensibilizados para elegir, cada vez más, productos auténticos, elaborados localmente y con impacto positivo.

El turismo es una actividad extremadamente dinámica, y por tanto, no basta con volver a atraer visitantes: es imprescindible rediseñar las dinámicas económicas que el turismo genera. Y en ese proceso, el turismo de compras tiene un rol crucial que jugar.

Porque es uno de los sectores donde el gasto turístico se convierte más rápidamente en beneficio directo para las personas, donde el visitante puede ejercer su poder de decisión con mayor libertad y donde las comunidades encuentran una vía tangible de mejora en sus condiciones de vida.

Es hora de mirar más allá de los grandes números y enfocarse en lo que ocurre en las calles, los mercados, las tiendas de barrio, los talleres de artesanía. Cada transacción, por pequeña que parezca, puede marcar la diferencia.

En turismo, lo que parece pequeño es muchas veces lo más transformador. Cada dólar gastado de forma consciente, local, responsable tiene el poder de generar empleos, preservar culturas, fomentar el desarrollo y construir puentes entre mundos.

El turismo de compras, las compras y el gasto son, en definitiva, mucho más que una tendencia: es una oportunidad para hacer del turismo una fuerza verdaderamente inclusiva. Porque en el universo de la economía turística, cada compra tiene un valor, y cada decisión del turista cuenta.

Autor: Antonio Santos del Valle.Presidente del Tourism and Society Think Tank. Consultor y asesor internacional.

El anti-turismo está en auge en el sur de Europa: ¿qué lugares evitar?

El sentimiento anti-turismo está cobrando fuerza en el sur de Europa, especialmente en Barcelona, donde las manifestaciones se han vuelto frecuentes.

 Los residentes protestan contra el turismo masivo, al que culpan por el aumento del costo de vida, la saturación de los servicios públicos y la pérdida de identidad local.

La ciudad catalana recibe cerca de 26 millones de turistas al año, a pesar de contar con menos de dos millones de habitantes. Muchos locales consideran que solo los primeros 10 millones generan beneficios económicos proporcionales, mientras que el resto agrava los problemas sociales y urbanos.

Durante el verano de 2025, las protestas se intensificaron. Algunas incluyeron actos simbólicos como disparos de pistolas de agua contra visitantes, o petardos frente a hostales.

 La situación se ha extendido a otras regiones de España, Italia y Portugal, donde la presión turística también ha provocado malestar ciudadano.

Aunque el turismo representa un 20% del PIB en ciudades como Barcelona, muchos locales priorizan la calidad de vida sobre los beneficios económicos. La crítica se centra en la saturación de espacios, el daño ambiental por cruceros y vuelos, y la especulación inmobiliaria impulsada por plataformas como Airbnb.

A pesar del debate sobre los beneficios económicos del turismo, crece la percepción de que el modelo actual es insostenible. 

Para muchos, el turismo ha convertido a los centros históricos en parques temáticos, donde los servicios ya no están pensados para residentes, sino para visitantes de paso.

Ante este panorama, los viajeros que valoren una experiencia acogedora podrían considerar evitar destinos donde el rechazo al turismo se manifiesta de forma abierta. Las pancartas colgadas en balcones y la hostilidad silenciosa de algunos locales pueden empañar incluso el viaje más planeado.

No se trata de condenar el turismo, sino de repensar su impacto y optar por viajes más conscientes. Las alternativas locales, menos masificadas y más sostenibles, podrían ser la mejor opción para evitar tensiones y disfrutar de una Europa más auténtica.

*Artículo publicado en Caribean News Digital 

Machupicchu: viajar a Perú es conectar con una cultura que sigue viva

En un mundo donde el turismo muchas veces se vuelve fugaz y superficial, Perú ofrece una experiencia distinta.  

Aquí, el viaje no es solo un desplazamiento, sino un encuentro con una herencia milenaria que sigue viva. Y Machupicchu, la joya de Cusco y los Andes peruanos, es su mayor símbolo: no solo una maravilla arqueológica, sino un espejo de la profundidad cultural del Perú.  

A más de 2 400 metros de altura, esta ciudad de piedra construida por los incas sigue asombrando al mundo. Pero lo que hoy emociona no es solo su arquitectura, sino lo que representa: la continuidad de una visión del mundo profundamente humana, sostenible y espiritual.

Perú es mucho más que un país con paisajes impactantes: desde la costa hasta la Amazonía, desde las alturas de los Andes hasta sus pueblos más pequeños, los saberes ancestrales forman parte de la vida diaria.
  

Machupicchu representa eso, una forma de entender la vida que aún late en las comunidades andinas. Visitar este santuario no es solo admirar sus sorprendentes construcciones, es entrar en contacto con la cosmovisión andina, que considera que la tierra (Pachamama), el sol (Inti) y las montañas (Apus) son seres sagrados, con los que se dialoga y se agradece.

El verdadero valor de Machupicchu no está solo en sus piedras, sino en las personas que lo rodean, comunidades quechuas que conservan sus lenguas, sus rituales, su vínculo con la tierra.
 

Perú es uno de los pocos países donde el viajero puede ver cómo una civilización ancestral no quedó atrás, sino que sigue caminando. Machupicchu no es un museo al aire libre, es la entrada a una cultura en movimiento.  

Viajar a Machupicchu es descubrir también el Perú de los mercados campesinos, de los rituales agrícolas, de los cantos en quechua, de las danzas y tejidos que no se hacen para el espectáculo, sino para celebrar la vida.  

En tiempos de viajes rápidos y saturación de destinos, Perú se alza como un lugar que ofrece algo distinto: profundidad, verdad, conexión. Y Machupicchu es su mayor invitación.  

Sí, esta maravilla del mundo enfrenta retos. Pero el Perú responderá como lo ha hecho siempre: con resistencia, con sabiduría y con una enorme capacidad de renovarse respetando sus raíces.  

¿Estás listo para descubrir un país que no solo se recorre, sino que se siente?  Ven a Perú. Camina Machupicchu. Escucha sus montañas. Vive su cultura.  Más información en: www.peru.travel

Fedetur y Universidad Andrés Bello sellan alianza para impulsar el turismo MICE y la empleabilidad en la industria

  La Federación de Empresas de Turismo de Chile (Fedetur) y la Universidad Andrés Bello (UNAB) firmaron un convenio de colaboración que perm...