Los residentes protestan contra
el turismo masivo, al que culpan por el aumento del costo de vida, la
saturación de los servicios públicos y la pérdida de identidad local.
La ciudad catalana recibe
cerca de 26 millones de turistas al año, a pesar de contar con menos
de dos millones de habitantes. Muchos locales consideran que solo los primeros
10 millones generan beneficios económicos proporcionales, mientras que el resto
agrava los problemas sociales y urbanos.
Durante el verano de 2025, las protestas se intensificaron. Algunas incluyeron actos simbólicos como disparos de pistolas de agua contra visitantes, o petardos frente a hostales.
La
situación se ha extendido a otras regiones de España, Italia y Portugal,
donde la presión turística también ha provocado malestar ciudadano.
Aunque el turismo
representa un 20% del PIB en ciudades como Barcelona, muchos locales
priorizan la calidad de vida sobre los beneficios económicos. La crítica se
centra en la saturación de espacios, el daño ambiental por cruceros y vuelos, y
la especulación inmobiliaria impulsada por plataformas como Airbnb.
A pesar del debate sobre los beneficios económicos del turismo, crece la percepción de que el modelo actual es insostenible.
Para muchos, el turismo ha convertido a los centros históricos
en parques temáticos, donde los servicios ya no están pensados para
residentes, sino para visitantes de paso.
No se trata de condenar el turismo, sino de repensar su impacto y optar por viajes más conscientes. Las alternativas locales, menos masificadas y más sostenibles, podrían ser la mejor opción para evitar tensiones y disfrutar de una Europa más auténtica.
*Artículo publicado en Caribean News Digital
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